miércoles, 5 de enero de 2011

Historias de tren - Primera entrega

Me subo a un tren que rara vez frecuento, me siento extraña, no estoy acostumbrada a su andar, a los frenos, la bocina, a mis pelos al viento. No conozco a los vendedores ambulantes ni a los limosneros de este ramal: no reconozco a los honestos de los actores y ante la duda desconfío, porque: sí, señores, para no pasar por boluda, desconfío.
El tren se dispone a salir de la terminal y enseguida aparece un hombre en silla de ruedas abriéndose paso entre las pocas personas que van paradas, lo veo venir mientras trato de concentrarme en la lectura y en este mismo momento me pregunto cómo se procede en estas situaciones.
Él va repartiendo un papelito ancho y 1 cm de alto que rezaba: "HOY TE PIDO TU AYUDA SI PODES UNA VEZ MAS. MUCHAS GRACIAS X LA MANO" y yo me pregunto si le acepto el papelito para devolvérselo 3 minutos más tarde o le ahorro la molestia y le hago cara de "perdoname, me gasté las últimas monedas que tenía en el boleto"
Parece sincero y ahí se mezcla la desconfianza con la culpabilidad.
¿Y si es en serio y me estoy guardando 3 morlacos que a él podrían serle útiles? ¿Y si le doy LA moneda que tengo reservada para el colectivo que sigue y a la noche se mata de risa de todos los ilusos que le creímos el cuento del accidente mientras trabajaba en negro y los 17 hijos que tiene esperándolo en su casa? Mientras pienso en todo esto, laa mujer que lo acompaña nos cuenta su historia, aunque el ruido del tren tapa su voz, enseguida retira los papelitos muy amablemente y para mi sorpresa: también varias colaboraciones.. en mi tren no son tan generosos.
Sigo debatiéndome interiormente sobre la moral y los limosneros, el debate no duró mucho...
en pocos segundos me vuelvo a distraer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario